El enemigo silencioso

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Las personas generalmente consultan al médico por presentar algún malestar que limite o disminuya la capacidad para realizar sus actividades diarias; el dolor de cabeza, la sensación de calor, el mareo o cualquier otro síntoma induce a solicitar ayuda, sí en el examen médico, se encuentra la presión arterial elevada, se establecerá  en la mayoría de los casos, una falsa relación causa-efecto, entre el síntoma y la presión arterial elevada.

Es conocido el hecho que durante el proceso de instalación de la hipertensión arterial, el cuerpo humano no emite señales de alarma que permita a la persona tomar medidas para conservar su estado de bienestar. Por otro lado, la noticia del padecimiento de esta patología causa asombro, cuando se detecta a propósito de una evaluación médica general, sin referir la persona, malestar alguno. Por último, no es infrecuente enterarse de padecer hipertensión, al presentar, cualquiera de las complicaciones cardíacas, cerebrales, renales y vasculares, asociadas a esta enfermedad.

Se establece como hipertensión arterial, a toda presión arterial que medida con la técnica adecuada, con un equipo calibrado denominado presurómetro (tensiometro), en una persona adulta (18 o más años), se obtenga un valor de presión arterial sistólica o máxima igual o superior a 140  y/o una presión arterial mínima o diastólica igual o superior a 90 milímetros de Mercurio  (mmHg).

En un 90 a 95% de los casos, la hipertensión arterial es consecuencia de una sumatoria de factores agrupados en: no modificables (la herencia, raza y el género entre otros), y los modificables, mucho más numerosos (obesidad, tabaquismo, consumo de sal, ingesta de alcohol, vida sedentaria, colesterol  ó triglicéridos elevados).

Un 5 a 10% de los hipertensos desarrollan la enfermedad producto de una causa específica originada a nivel de los riñones,  problemas endocrinológicos, o lesiones propias a nivel de las arterias. Una vez identificado y eliminado el origen, se normaliza la presión arterial.

En la gran mayoría de los casos, es crónica y controlable, con bajo riesgo de complicación, en la medida que el paciente adopte cambios en su estilo de vida, mantenga un control médico periódico y cumpla con los medicamentos indicados.

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